Nazarena Vélez siempre genera una revolución. Vestida con ropa deportiva, lava su camioneta frente a la casa que alquila en barrio Los Manantiales. Toda mojada, es una tentación para los vecinos que la reconocen y que le roban varios minutos para una sesión de fotos espontánea.
“¿Me bancás un toque que termino de secarla?”, dice la rubia señalando su camioneta, con un tono natural y despojada de cualquier actitud de diva. Ya en la casa, se escucha un disco de la cantante Rosana, que le sirve a Naza para desenchufarse. “Hago esto un rato y me olvido de todo”, señala, contando detalles de su terapia. Adentro, no hay rastros de diva: en las fotos que adornan el lugar está ella con su hija Barbarita. Arriba de la mesa, una Biblia, una virgen y una piedra energética. Esos son los únicos elementos de un hogar que desde su decoración se nota como temporario.
La charla sigue en el patio, con un amargo serrano con agua tónica, la bebida que elige ella para refrescarse. Dueña de un lenguaje televisivo pero natural, Nazarena se deja llevar por la chara y suelen mezclarse permanentemente su vida y su profesión, y su relación con los medios.
–¿Qué etapa de tu vida estás atravesando?
–Fundamentalmente es muy familiar. Creo que se define por eso. Estoy redescubriendo a mi familia, gracias a Dios. No es que la haya tenido postergada, pero pensaba que la tenía muy presente y no era así. ¿Viste cuando te enamorás de tu mejor amigo? Le decís mil veces que lo querés mucho y de repente, llorando en su hombro, lo mirás y decís: ¡Epa!, mirá que bueno que estaba. Eso me está pasando con mi familia, con mis hijos, con mis papás. Siempre los amé y los valoré, pero hoy tengo otra mirada con ellos, más profunda.
–¿Y con respecto a tu realidad laboral?
–Lo que pasa dentro del teatro para mí es todos los días una sorpresa. Llego y me entero de lo que voy a hacer esa noche. Antes de la temporada me rompí la cabeza mucho tiempo para hacer esta obra junto a Luciano, Moria y Atilio Veronelli. Le puse mucho de mí. Yo podría haber venido, como pareja de Luciano que era en ese momento, con un vestido de alta costura a rascarme. Pero no, quise trabajar. Después se me hizo todo más difícil: porque me separé, porque todos los días me encuentro con algo nuevo. Pero a mis compañeros de elenco, Juan Acosta, Atilio o Belén Francese me los encuentro todos los días con una sonrisa. Lo que quieran decir en los programas de chimentos de la tarde es su problema, si les sirve hablar de mí, bueno. Pero yo no me contamino.
–¿Y con Moria?
–A Moria la quiero. Más allá de las horas de móvil y de que hable de mí y las pastillas y todo. Lamentablemente no estoy disfrutando esta temporada como debería, pero por todas mis situaciones personales. Wath pass... es algo que debería disfrutar más.
–¿Qué decís cuando te preguntan si creciste?
–Hace cuatro años, con Miguel del Sel y Emilio Disi en el mismo teatro hacía dúo con Natalia Fassi. Hoy los carteles dicen “Moria Casán y Nazarena Vélez”. Es distinto. Si hago el aquadance o no, si pasa esto... ¡Que hablen! El cartel sigue diciendo Moria Casán y Nazarena.
“El silencio no es miedo”
Ella es una mujer mediática, y su decisión de alejarse de las cámaras y los grabadores no evitó que la sigan nombrando. Su nombre está en los programas igual o más que antes, pero las palabras son de otros. “Los medios me vienen a buscar todo el tiempo, pero ya no me atrae. No sé si alguna vez me atrajo, pero siempre me dejé llevar. Será que estoy más vieja y más inteligente. Antes me golpeaban la puerta para hacer una nota y nunca decía que no. Ahora no tengo ganas y no las hago. Y como no hablo, los están buscando a mis papás para hablar. El silencio mío no es miedo, es crecimiento.
–¿En algún momento te divirtió esa sobreexposición?
–No. Muchas veces sufría algunas cosas que hacía. Me veía y decía: “No, mirá lo que dije”. Veía las tapas de las revistas y decía: ¿Para qué me expuse? Después de que salían las notas pensaba en mis viejos o en mis hijos. Tal vez siempre tuve alma de notera, que es como yo empecé, y eso me hacía pensar en no decir que no. Hoy lo padezco. Con el desfile de mi hija, ver tantas cámaras o que le planten móviles a mis viejos lo sufro. Ahora me prendo si es para vender una entrada más, pero si es para vender mierda...
–¿Sentís que te agreden los que antes te tenían como protagonista?
–Sí, pero es una provocación porque me están buscando. Mi teléfono no para de sonar. Yo sé que si contesto un móvil, matan al resto y yo vuelvo a estar ahí arriba, pero no quiero. Sigue estando todo bien con los conductores y los noteros que hoy me matan, me van a volver a buscar. Los entiendo y no les guardo rencor. También a algunos compañeros de elenco que si no hablan de mí no tendrían una nota.
–¿Y cuando los que hablan son Moria y Garbellano?
–La verdad... me siento muy importante. En el caso de que la señora Casán hable de mí en un móvil entero... con el respeto que le tengo y siendo la diva que es, que dedique tanto a hablar de mí me llama la atención. La quiero y la admiro, y lo voy a hacer aunque me diga cornalito o pejerrey o lo que sea. Me sorprende que hable de mí, que estoy en un nivel inferior.
–¿Cómo aparece tu futuro hoy?
–Voy a hacer televisión. Tengo que seguir trabajando, pero hoy todavía no me preocupa. Tengo que seguir pagando el colegio y todo lo demás. Tengo ganas de hacer radio porque hay otro contacto con la gente. “Soy Nazarena y te escucho” (risas) ¡Además no me van a romper las bolas si tengo el culo más grande!
–¿Tu relación con Garbellano cómo es?
–No nos vemos seguido, por suerte. Él está en la boletería y yo en camarines. Es mi productor y viene y me paga. Cuando él sale en los móviles a hacerse el macho no lo veo. Si a él le hace bien, está todo bien. A mí no me haría bien decir que no lo amo y andar revoleando eso por ahí, pero cada uno sabe lo que hace. Por más que Luciano salga a decir: “Soy el macho de América y todas se quieren acostar conmigo”, que diga lo que quiera, yo estoy pasando un duelo. Para mí cada relación fue muy importante, él fue muy importante y no voy a dejar de decirlo.
Sobre las adicciones
Su vida siempre transcurrió delante del espectador. Todo lo que hizo, más tarde o más temprano llegó a los medios. Su adicción a las pastillas, contada por ella misma, no fue la excepción.
“Si conté que me estoy recuperando de algo es para que nadie lo haga. Yo sé que soy modelo de muchas nenas que me dicen que quieren ser como yo. Entonces digo ‘si querés ser como yo, no hagas esto en tu p... vida’. ‘Esta m... no la hagas’. Por eso lo expuse”.
Eso sí, ella aclara que utilizar lo que dijo para que se le burlen en la televisión, le parece “tristísimo”. “Escuchar a periodistas decir que estoy más gorda, cuando estoy hablando de que me recupero de la efedrina, en la cara les contesto lo pelot... que me parecen. Estoy diciendo: acabo de dejar de tomar efedrina, y vos querés que yo esté más flaca. Ya te digo que sos un idiota. Igual ya estoy más allá de eso”.
La Voz del Interior.
Excelente nota.
