20 nov 2009

Susana Giménez escribió una emotiva carta de despedida a Mercedes Sosa

El adiós a una amiga
Hoy hace exactamente un mes que se fue Mercedes y quiero compartir con ustedes este recuerdo del día de su despedida. Como ya les conté en el programa, Mercedes era para mí una querida amiga, no de confidencias ni de salidas, sino de cariño mutuo, de estar siempre ahí, una para la otra. Ese domingo, después del programa, fui al Congreso de La Nación para decirle adiós. Llegué más o menos a las doce y media de la noche. Sin embargo, la cola de gente para verla seguía incesante como durante todo el día. Entré al Salón de Los Pasos Perdidos, saludé a su familia y amigos, recé un poco a su lado y me puse a mirar a las personas que caminaban hasta el centro del salón para homenajearla. Callados, profundamente tristes, con cara de cansados, muchos parecían recién llegados del interior. Un gaucho con ropas de fiesta se acercó con el sombrero en el pecho y, en un gesto de enorme respeto, al llegar cerca de Mercedes lo levantó solemne -mientras colocaba su mano derecha sobre su corazón-, y luego bajó la cabeza a modo de saludo de honor. Me encantó el gesto.

Cada persona que pasaba le dejaba cartas, flores, banderas y ofrendas para el recuerdo. Como siempre se hace en estos casos, empezamos a recordar historias, casi todas graciosas sobre Mercedes, que cabe decir, tenía mucho sentido del humor y era bastante pícara. Fue lindo ver como la gente que la acompañó toda la vida se llenaba de ternura al hablar de ella. De golpe, sonó un aplauso único, fuerte, al que espontáneamente nos sumamos todos. Lo inicio un chico, sencillo, morocho, tendría, como mucho, treinta años y al finalizar su gesto dijo: “disculpen si los molesté, pero no tenía plata para comprarle una flor y me pareció que el aplauso podía ser un buen regalo, a los artistas se los aplaude”… Una emoción enorme se adueñó del lugar, durante un rato nadie pudo pronunciar palabra. “Que maravilla”, pensé. “Hay tanta gente buena todavía, qué linda despedida”.

Esta es la enorme diferencia entre un “famoso” (palabra que detesto) y un artista. Un artista vive para entregarle a la gente lo mejor de sí. Se entrega y recibe el amor de su público como recompensa, no puede traicionarlo.

Por eso Mercedes Sosa estudio canto hasta el último día de su vida, por eso la ponían nerviosa los premios, por eso cada vez le resultaba más grande la responsabilidad de subirse a un escenario.

Antes de irme me presentaron a uno de los hermanos de Mercedes, Chichi. Charlamos un poco y, entre otras cosas, me contó que su hermana siempre le preguntaba: “¿Vos pensás que el pueblo me querrá realmente?”. Querida Mercedes, Espero que hayas visto a esa gente desde donde estés, te aseguro que te quieren y que te querrán siempre, igual que yo.

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