24 sept 2009

Jorge Rial atacó duramente a Diego Gvirtz desde Primicias Ya

Apenas dos perlas de un hombre de buen gusto. ¿Te acordás? Sería emocionante observar con lupa cómo tu evolución se trastocó en una involución. Cómo de ser autroploclamado fiscal de la televisión pasaste a ser la mascotita oficial del poder. Pobrecito, nadar tanto para morirse en la orilla de la plata oficial.

El eterno opositor, el transgresor de las ediciones, el revolucionario de Palermo Hollywood hoy es funcional a los humores que fluyen de Balcarce 50. Sus ciclos inauguraron el chavismo periodístico en nuestro país. Sólo basta soportar algunos minutos de su ciclo “678” por el canal oficial para darse cuenta a que ritmo baila el monito. Todo en función del pensamiento único. El que, casualmente, siempre coincide con el del poder, político o económico, que da igual.

No es casual ni nuevo en Gvirtz. Así comenzó su carrera. Como el crítico más acérrimo de Julio Grondona en un olvidable programa llamado “Fútbol Prohibido”. Desde esa tribuna se cansó de denunciar a Julio Grondona, patrón del fútbol argentino y a su socio, Torneos y Competencias. Denunció, denunció hasta que el llamado llegó. No amenazante, como a él le hubiera gustado para iniciar rápidamente su carrera de mártir televisivo. No, arribó en forma de oferta de la empresa que en ese momento le quitaba el sueño y lideraba Carlos Ávila.

Sus convicciones alcanzaron para sacarle al pulpo deportivo cinco mil pesos para convertirse en el productor del ciclo “Tribuna Caliente”. De inmediato se olvidó de sus ideales, de la corrupción en el fútbol y de la mafia de la calle Viamonte. Cinco lucas era el precio para adelantarse en tiempo y forma al inefable Borocotó. El fue el primero que se convirtió en un tránsfuga televisivo. El que comenzó a rendirle pleitesía al poder en una gimnasia que fue deasarollando con ahínco hasta los días que corren. Después, con el aval y los dineros de Torneos, inició su ciclo más exitoso: Televisión registrada.

Con los mismos fondos que el despreciaba. Así comenzó a formar su imagen de incorruptible, de tipo difícil, de hombre de convicciones. Era el que se atrevía a criticar, incluso, a los que les daban de comer. Montó una de las más burdas parodias de censura que se recuerde en la televisión argentina. Como siempre, su olfato por la plata lo llevó a elegir al 13 para desembarcar con su patente de corsario. Pero el contrato se lo impedía y decidió usar al corrupto de manual Mario Pontaquarto para inventar un conflicto que lo eyectara de América con el aura de héroe televisivo.

Lo logró con los aplausos de los progres dispuestos a festejar cualquier gracia de estos tránsfugas sin remedio. Si hasta sus esclavos funcionales gritaban solos en la puerta del canal pidiendo por la libertad… de ganar más plata. Todavía resulta patético ver las imágenes de Roberto Petinatto, el olvidable Chavo Fucks y la impresentable Fernanda Iglesias en la puerta de la emisora reclamando lo que le escribía el pelado en decadencia.

Ahora sucede lo mismo. Descubrió, de pronto, que Canal 13 era parte de un monopolio que le pagó, con dinero monopólico, durante los últimos años. Y otra vez decidió cambiar. De ideología y de color de dinero. Sobre todo de esto último, la única razón de su vida. Nuevamente muerde la mano que le da de comer y busca tensar la situación para huir con el mito del heroísmo de las ideas.

Sueña con su Sierra Maestra pero llegando en un Mercedes Benz. Provoca desde la pantalla del 13 con una paciencia que el nunca tuvo con los personajes que siempre eligió para atacar con una obsesión casi patológica. Está nervioso. Esta vez la gente se dio cuenta. El rating los apabulla cada sábado de manera irrefutable. Apenas roza los siete puntos. La rapidez de la pantalla nos hizo olvidar el papelón de “Duro de Almorzar”, un ciclo que con esfuerzo superó el mes de vida. Sus contenidos ya no son comentados en ningún lado ni afecta a nadie. Su figura hoy es la mejor representación del mercenario televisivo. Peor que aquellos que el crítica sin piedad.

Hoy es el killer oficial que defiende cada gesto oficial atacando personalmente a todos aquellos que se atreven a discutir ideas. Como una mascotita se sienta, se tira al suelo y mueve la cola ante la voz del amo que resuena con fuerza desde la Rosada. Lo bueno es que ya quedó claro quién es Dieguito. En realidad, quién fue siempre. Lo único es que ahora que se subió sin pudor al árbol del poder se le ve más el culo. Hoy es funcional e importante en esta pelea que debería ser más democrática y seria, teniendo en cuenta que se está hablando de una ley que heredamos de la dictadura y que se debe cambiar sí o sí. Nos recuerda a aquellos periodistas ultra oficialistas de la dictadura que convocaba a la gente a Plaza de Mayo para gritar que éramos derechos y humanos sin importarles la verdad. Hoy está en el mismo ámbito donde se movía José Gómez Fuentes asegurándonos que ganamos en Malvinas.

¿Le tocará al pelado ocupar ese espacio vacío? Pero como en las malas películas de clase B de Hollywood, el matón que pega en nombre de otros un día pasa a molestar al capo y su final es inevitable. Diego, Dieguito, seguramente vos ya viste varias de esas historias. Apurate que ya se te vienen los títulos encima.

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