28 jul 2009

Mirtha y Gerardo: La vigencia y la decadencia

La visita de Mirtha al programa de Marcelo Tinelli dejó en claro la diferencia abismal entre la que es y el que fue.
Entre la que apuesta a la vigencia permanente y quien no se resigna a la decadencia.

A la que apunta a la renovación constante y al que se duerme en glorias pasadas. A la que sigue recogiendo elogios y reconocimientos y el que sólo cosecha tempestades.

La que está cerca de la gloria y el que está a pasos de la jubilación. No lo dice un crítico con una mirada comprometida. No. Casi lo gritó el público con el rating de anoche.

Con una rápida y despojada mirada a la planilla sirve para marcar, casi a fuego, el contraste entre el esplendor de la diva y las migajas del Padrino.

El jueves pasado el ciclo de Tinelli inauguraba el segmento del derecho a réplica en un día muy complicado. Volvía a la televisión “Talento Argentino”, el tanque que el año pasado hizo resucitar a Telefe. La parada era difícil y había que contrarrestarla con algo o con alguien.

Lamentablemente se inclinaron por el alguien: Gerardo Sofovich. Pero no siempre el ego sobrevaluado puede contra un formato. Y así les fue. La sola presencia física del productor logró uno de los milagros más recordados de los últimos años: derrumbar automáticamente en cinco puntos la medición de “Showmatch”.

Lo que hasta ese fatídico minuto era una pelea cuerpo a cuerpo entre dos monstruos, a partir de ese momento se convirtió en una paliza imposible de parar.

Debe ser difícil comprobar que, de a poco, ese capital que es el cariño de la gente se va diluyendo a pasos agigantados. Que quieren más a una caricatura que al real. Que el poder es un bien lejano y casi imposible de recuperar. Que la soberbia siempre termina cobrándose su cuota. Uno recibe lo que transmite. Tal vez por eso su gloria se haya vuelto amarillenta y casi sin vida.

Muy por el contrario, ayer la entrada de Mirtha Legrand fue majestuosa. No sólo por una cuestión innegable de presencia sino también por el contexto. Marcelo sabe perfectamente quien es quien. Cual es la tapa de la empanada y quien el relleno.

Por eso, este “Gran Cuñado VIP” no es un simple juego de máscaras. Es la mirada personal del conductor. Como lo fue ideológicamente el dedicado a los políticos. Nada es porque sí. El que así lo crea no entiende nada de este juego de poder que es la televisión.

La gente lo sabe y lo demuestra. En el momento en que Chiquita posaba su pie en el estudio de Ideas del Sur el rating trepaba a los 30 puntos, lejos de los magros 19 que cosechaba Gerardo. Era un premio a la trayectoria, a la tenacidad, al trabajo y al cariño de una figura que es un nudo de vitalidad. Con gracia pero sin soberbia. Con aplomo pero sin sabérselas todas. Con la humildad de los que saben que tienen la situación controlada. Sin la intención de ser más importante que Tinelli. Sin tener esa posición de perdona vidas y al que siempre hay que agradecerle su presencia, aunque eso se convierta en un salvavidas de plomo.

No, la Chiqui fue consciente de que ese era su momento. De su reconocimiento. Su homenaje desde la excusa de una caricatura. La producción lo valoró desde ese punto de vista a partir del despliegue que se hizo a su alrededor. Una reina.

El jueves fue todo con menos glamour, con una manzana como símbolo de un presente que cada vez se parece más a un pasado. Un mendigo. Y la gente en el medio. Huyendo despavorida cuando el empresario comenzó a desplegar su ritmo carente de gracia. De 24 puntos Ibope se derrumbó a 19.

Muy por el contrario, quedándose para ver a la última gran estrella de nuestro medio. 30 puntos clavados como una estocada en el corazón de la soberbia. Los unos y los otros. La vigencia y la decadencia. Mirtha y Gerardo.

Este gran informe fue hecho por Primicias Ya.

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