28 sept 2010

ROMINA YAN ANOREXIA

A los 33 años, la actriz confirma que ser hija de padres famosos la llevó a exigirse más que los demás y revela que la anorexia es un tema que aún le cuesta superar. Reconoce que es obsesiva, meticulosa y tan exigente como el personaje que encarna en B&B, y que la buena química con Damián de Santo hace al éxito de la dupla.

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–¿Cómo llevás verte tan reflejada en tu personaje?
–Al principio me costó mucho. Pensaba: “Esta mina es demasiado histérica, muy reprimida”, y lo gracioso es que todos me comentaban que se parecía mucho a mí. Me resistía a ver el parecido y me sentía rara. Pero ahora me relajé porque creo que el personaje pudo demostrar que sus pudores y miedos tienen que ver con su forma de defenderse ante el mundo y que, más allá de su frialdad, es cariñosa con sus hijos.

–¿Creés que ser la hija de Cris Morena y Gustavo Yankelevich tuvo que ver con esta presión de ser tan exigente, sobre todo con vos misma?
–A lo mejor sí. Esto es algo que arrastro de chica: mis viejos me cuentan que yo siempre estaba callada y que era demasiado dócil. Nunca tuvieron que revisarme un cuaderno porque yo era responsable. Ser “hija de” me costó mucho porque sentía que no tenía derecho a hacer determinadas cosas y que debía pagar “el derecho de piso” más que ninguno. Sentía la presión de demostrar quién era más allá de ser la hija de Cris y de Gustavo.

–¿Cómo manejaste toda esta presión? Debe de haber sido difícil…
–Sí, el peor momento fue en la época de Jugate conmigo: tenía 15 años, iba a un colegio de doble escolaridad, trabajaba hasta las 3 de la mañana y me levantaba a las 7… Era demasiado y descargué mis angustias en mi cuerpo. Todo ese año la pasé mal y comencé a sufrir de anorexia. No comía nada porque estaba obsesionada con que tenía que ser perfecta. Durante toda mi vida descargué mis miedos, inseguridades y angustias con la comida. Esa fue mi forma de boicotearme.

–¿Cómo lo superaste?
–Me llevó un par de años poder encontrar el equilibrio. Hice terapia y conocí a Darío, que fue mi pilar porque me ayudó a aclarar mi cabeza, donde nacía mi conflicto con el cuerpo. Es un círculo vicioso: cuando tenés que atravesar determinadas situaciones que no podés manejar, sentís angustia, bronca y te desestabilizás.

–¿Pudiste reconciliarte con tu cuerpo?
–Todavía, cuando tengo momentos de angustia, me doy un atracón de comida o me bajo dos tabletas de chocolate. Pero la diferencia es que ahora puedo frenar y decir basta. A los 33, aprendí a ponerles control a determinadas situaciones. Darío me demostró que me podían querer como era: flaca, gorda, con pelo largo o corto. El siempre me aceptó; de hecho, me conoció en mi peor momento. Yo estaba hecha un “barril” cuando él se enamoró de mí. Creo que a partir de Darío logre una paz interior que logró que yo empezara a cuidarme.

–¿Seguís haciendo terapia?
–Sí, desde hace muchos años. Es que lo del cuerpo no es una anécdota, y aunque ya no me genera angustia, todavía siento que no me relajé con el tema. Uno tiene que ir aprendiendo a disfrutar y eso es lo que intento hacer. Todos los días me levanto a las 6 de la mañana para entrenar: corro –6 kilómetros como mínimo–, camino, hago musculación localizada y aparatos. Además, me hacen mesoterapia en lo de Diana Chugri.


–Te hiciste las lolas, ¿te harías alguna otra cirugía?
–Me hice las lolas hace cuatro años porque lo necesitaba por una cuestión de laburo: me traían un strapless y me quedaba espantoso. Pero no sé si me haría alguna otra cirugía, aunque ahora –después de hacerme las lolas– pienso que no es tan complicado. Lo que sí no me gustaría es tocarme la cara. Tengo una nariz tremenda, pero quiero dejármela así porque es parte de mi personalidad.


–Llevás 18 años de carrera pero mantenés perfil bajo. ¿Por qué?
–No me gusta hacerme la diva porque cuando me siento observada me pongo mal. Crecí con papás famosos, sacándonos fotos todo el tiempo y saliendo en las revistas, y no quiero eso para mis hijos. Sueño con que ellos tengan una vida normal como la de cualquier chico. Si yo me expongo, ellos también van a estar expuestos, y la verdad es que no me gusta nada estar en el candelero. Mi prioridad es la familia y trato de mantener el equilibrio con mi carrera. Si un año trabajo mucho, al siguiente freno un poco para poder llevarlos al colegio, al médico y estar con ellos, que son lo fundamental en mi vida.

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Fuente: Revista Para Ti.

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